¿Es usted una de esas personas que al llegar las fiestas de fin de año y con ellas el estrés y/o la nostalgia, recurre a esos antojitos poco nutritivos como los dulces o chocolates? . No se preocupe, hoy la ciencia nos explica que no solo se trata de caprichos de la época.
Un estudio dirigido por los científicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts, Richard y Judith Wurtman mostró en primer lugar, la unión entre los alimentos y el estado anímico al encontrar que el azúcar y el almidón contenidos en alimentos ricos en carbohidratos reforzaban una poderosa sustancia química del cerebro llamada serotonina. Luego, ellos lograron encontrar el nexo entre la serotonina y otros neurotransmisores –que son los encargados de pasar la información de célula a célula en el cerebro- a nuestro ánimo, emociones y ansiedades.
De hecho, hoy existe toda una gama de investigaciones destinadas a entender esta conexión, las cuales confirman que esos secretitos de la comida de la abuela tienen asidero: qué comemos y cuándo comemos afecta directamente nuestra mente y nuestro estado de ánimo. Y por ende, nuestra calidad de vida.
De acuerdo a esto, si selecciona adecuadamente lo que come podría modificar de tal manera su estado anímico que llegue a tener realmente el control de su vida. Por ejemplo, constataron que si nos dejamos seducir por los tentadores y nada dietéticos alimentos ricos en carbohidratos como las pastas, el pan o papas, se elevan nuestros niveles de serotonina, ayudándonos a sentir más relajados.
Igualmente se ha comprobado que el chocolate puede calmar un dolor menor o una baja de animo. No se trata sólo de una excusa. Veamos. Estudios como los del doctor Adam Drewnowski, de la Universidad de Michigan, sugieren que la calóricamente fatal combinación de azúcar y grasa es la que de verdad se convierte en un antojo difícil de dejar pasar. Según esto, las endorfinas, encargadas de producir sensaciones agradables en el cerebro, funcionarían también como calmante del dolor. De esta manera, en ciertos periodos, nuestro cerebro pide esta “droga” de azúcar y grasa a fin de mitigar nuestro malestar, como ocurre frecuentemente con ese antojo de chocolate, del cual muchas solemos ser víctimas.
Claro que no se trata de escudarse bajo estas investigaciones para “activar”, “calmar” o “relajar” su estado anímico y subir unos cuantos kilos. Los nutricionistas sugieren que el mismo efecto cerebral lo puede obtener comiéndose un par de rebanadas de pan de trigo entero o galletas integrales. Aunque un trozito de chocolate de vez en cuando ¡tampoco es pecado!