En la edad en que nuestros hijos/as acuden al Jardín Infantil la sexualidad se expresa en todo su esplendor, ya que los niños/as no tienen aún internalizadas las normas de lo que se debe y no se debe hacer, de lo público y lo privado.
Los niños de esta edad comienzan a descubrir que no todos somos iguales, que nuestro cuerpo es diferente. Que aunque tenemos muchos parecidos (dos piernas, dos brazos, etc.) hay una parte del cuerpo humano que es diferente entre varones y mujeres. Comenzando así su curiosidad sexual a través de preguntas como: ¿Porqué las nenas hacen pis sentadas?, ¿Porque los niños tienen pipí y las niñas no? ¿Cómo se hacen los bebés?, preguntas que suelen ser el terror de los adultos.
Entre los 3 y los 5 años los niños/as se van convirtiendo en “hombrecitos” y “mujercitas”. Comienzan los besos, el mostrarse los genitales o jugar a montarse uno sobre el otro imitando imágenes transmitidas por su entorno familiar o por lo visto en la televisión. Buscan abiertamente el contacto corporal, las caricias, los mimos, los abrazos, las cosquillas. Es por ello que suele ocurrir la “lucha nocturna” por dormir en la cama con los padres, por lo cual intentan mil y una tretas para lograrlo.
En este sentido, los niños/as necesitan saber claramente que la cama de papá y mamá es de ellos, que existe la privacidad y la intimidad. Aunque griten y protesten al momento de decirles NO, el desarrollo de su identidad sexual agradecerá estos límites claros y precisos.
La exploración de sus genitales realizada públicamente es la conducta más habitual de esta edad. Ellos necesitan saber que hacerlo no es malo, ya que forma parte del autoconocimiento, pero que deben hacerlo a solas, en la intimidad, así como no hacen “pis” en presencia de los demás. La reacción adulta ante las conductas sexuales de los niños/as deja marcas favorables o desfavorables en la formación de su autoestima, su esquema corporal y su identidad sexual.
Por eso a la hora de responder sus “agobiantes” preguntas, o saber como actuar en caso de encontrarlos/as “infraganti”, la mejor actitud para la salud mental de los niños, es mantener la calma, responder con simpleza y sin evasivas y poner los límites de la privacidad así como ofrecerles otras opciones de entretenimiento que les permita canalizar la búsqueda de placer a través de otras acciones.
No es fácil para los adultos porque también tenemos dudas, confusión y desinformación igual que nuestros hijos/as. A lo que se suma nuestra historia, nuestras creencias, prejuicios y nuestra vida actual. Sin embargo, debemos saber que nuestras actitudes, voluntarias o no, conscientes o no, influyen en el aprendizaje sexual de ellos y en la posibilidad de dicha o desdicha de su futura vida adulta.
Claudia Campos. MHS