EL MIEDO Y LA ANGUSTIA ENEMIGOS DE NUESTRA SEXUALIDAD

 

 Es imposible tener miedo, angustia y gozar de la sexualidad al mismo tiempo.

Y la explicación es muy sencilla. El temor, la preocupación, la inquietud, no son solo experiencias psíquicas, sino que son emociones que producen cambios físicos y biológicos en nuestro cuerpo, y que alteran el funcionamiento adecuado de éste. Las reacciones producidas por el miedo, interfieren y dominan muchos reflejos del cuerpo, incluyendo los que determinan la erección y el orgasmo.

Existen muchos factores que pueden causarnos temor, angustia y provocar problemas en torno a la relación sexual. De allí que la prioridad del miedo sobre la sexualidad explique que nuestras respuestas sexuales fallen a veces por razones emocionales.

Esta angustia puede resultar de profundos conflictos inconscientes que se remontan a la infancia, o ser el producto de un simple miedo al desempeño sexual, o temor al rechazo; por ejemplo, hay muchos hombres y mujeres que sienten una gran ansiedad por “quedar bien” y el simple hecho de pensar “podré tener un orgasmo”, “estaré haciendo lo que a el o a ella le gusta” o “lograre una erección”, impiden tener una adecuada respuesta sexual.

Es posible que la persona tenga una total conciencia de lo que provoca su disfunción sexual, o, por el contrario, que su angustia opere a un nivel profundamente inconsciente, dejándolo muy confundido.

Algunas mujeres sienten una profunda culpabilidad por el placer sexual, como producto de una educación familiar restrictiva. No es raro oír, aún en esta época que padres y madres preocupados porque sus hijas adolescentes no tengan actividad sexual temprana o premarital, les inculcan ideas sexofóbicas, amenazas, ideas de desagrado hacia el sexo o los hombres; que terminan por hacer y dejar huella en mentes asustadas y vulnerables.

De otra parte, experiencias familiares desagradables, abuso sexual, desamor, violencia, o agresividad de los progenitores, terminan por producir en hombres y mujeres una gran inseguridad, temor y angustia por su futuro desempeño sexual y de pareja, impidiéndoles adoptar la actitud confiada, afectuosa y relajada necesaria para una relación sexual positiva.

Algunas personas conocen muy bien sus propios sentimientos y se dan cuenta de que algo pasa, pero la gran mayoría acostumbra a reprimir y ocultar sus emociones. Y si no se reconoce y admite que existe un problema, no se puede afrontar con eficacia, ni buscar la ayuda profesional que se necesita para resolver esos temores inconscientes en torno al amor, la intimidad y el placer sexual.

Y de vital importancia es el apoyo de la pareja (si se tiene pareja), que entienda que el otro tiene un problema y que no tiene por qué ser ella o él el culpable o el causante y que puede ser solidario y colaborar en la terapia. Y entender que, en el sexo, como todo en la vida, la seguridad se conquista con la práctica.

Claudia Campos MHS

 

 

 

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